Causa-efecto

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Causa-Efecto.

ANA SOLER.

08 de septiembre al 28 de octubre de 2011

Causa-efecto

Por Rafael Doctor Roncero

 

Bajo esta instalación titulada “Causa-Efecto” la artista Ana Soler (Sevilla, 1972) intenta invadir de una forma absoluta el espacio de la Galería Mustang con solo un pequeño elemento que se repite para provocar sensación de movimiento. Una pelota de tenis aparece multiplicada en el espacio generando parábolas en una buscada ilusión óptica que pretende representar su desplazamiento. El tiempo parece estar comprimido por cortes visuales que coinciden con el movimiento fijado por el efecto del bote que la misma pelota dispone en el espacio de la galería. Todo está fijo en un mismo momento visual, como si viésemos una película en un solo instante, como si nuestra vida incluso sucediese en un tiempo detenido.

La representación del tiempo ha sido una máxima desde el origen de lo que entendemos como arte. Una lectura posible de las pinturas rupestres de Altamira se basa en argumentar que estamos ante un mismo elemento, el bisonte, en diferentes etapas del tiempo. Más cercano a nosotros podemos recordar como desde la época medieval la representación pictórica de la vida de los santos o del mismo Cristo se realizaba sobre una misma tabla o un mismo retablo. No obstante, el precedente visual más importante para dialogar con esta instalación de Ana Soler es el que parte de los experimentos que Edward Muybrigde realizó en las últimas décadas del siglo XIX en California a través de los cuales intentó captar el movimiento a través del nuevo invento fotográfico, experimentos que hoy entendemos como origen indudable del cine.

Muybrigde a través de la disposición de 24 cámaras, un fondo de cámara neutro, el uso de nuevos flashes de gran potencia y un dispositivo de disparo automático rudimentario, logró captar científicamente por primera vez en la historia de la humanidad el movimiento de un elemento en el tiempo. El movimiento de un caballo galopando por un espacio lineal en que sus propias patas rompían unos hilos que procuraban un disparo fotográfico es el origen de una investigación que revolucionó definitivamente el campo de la representación contemporánea. El efecto conseguido es el que conoce como persistencia retiniana, que no es otro que el que se genera cuando la percepción visual capta varias imágenes similares con cambios continuos en pequeños lapsus de tiempo diferenciados.  Una vez procesadas estas imágenes por el cerebro humano son interpretadas por nuestro entendimiento como un movimiento real continuo.

Aunque en la actualidad hay diversas teorías científicas que desmienten esta teoría tan simple en relación a la percepción del movimiento continuo, el caso es que es en ella en la que se ha basado buena parte de la construcción de la imagen contemporánea y sobre todo en la que se sustentó el anterior zootropo (juego infantil muy popular en el que a través de una ruleta se podía tener de sensación de movimiento de un objeto) y posteriormente el cine en todas sus dimensión.

Con esta instalación “Causa-Efecto” Ana Soler, como ya ha sido habitual en otras instalaciones anteriores, invade el espacio con un mismo elemento, pero esta vez se atreva a ir más allá al ser capaz de situar al espectador enfrente de un tiempo procesual pero unitario. Ahora, como ocurriera ya con Duchamp en su Desnudo bajando la escalera, como también podríamos apreciar en el movimiento de los astros de Miró o en el vuelo de sus pájaros, la representación aborda el tiempo desde una visión unitaria, amplia y riquísima en efectos. A partir de las continuas parábolas que estas pelotas de tenis trazan en el espacio, nosotros navegamos por un tiempo expandido en el que el pasado es burlado en una confusión de eterno presente en el que nos vemos obligados a imbuirnos y participar.

Se trata aparentemente de un trabajo que puede entenderse como lúdico, si lo comparamos con las anteriores instalaciones de la autora que planteaban temáticas concretas relacionadas con problemáticas sociales contemporáneas, pero que sin embargo abre una nueva vía de trabajo amplísima al intentar la autora no solo cuestionar la apreciación de los conceptos espacio-tiempo, sino al intentar asumir la concepción de una obra total, una obra capaz de invadir todo el espacio en el que se desarrolla y, en este sentido, plantear unos nuevos límites en su ansia de representación.

Además de lo que el espectador encuentra en el espacio de la galería, la autora, en su afán de realizar una obra total, ha querido romper también la frontera de obra concreta y se ha lanzado a invadir los espacios de trabajo internos, replanteando de este modo los límites no solo espaciotemporales sino también los que marcan lo público y privado a la hora de concebir una obra y a la hora de su apreciación.

De esta forma, esta pequeña pelota de tenis se convierte como en una especie de virus informático que pretendo invadir todo un sistema en el que opera todo nuestro entendimiento; una pelota lanzada con potencia al espacio que atraviesa fronteras establecidas por nuestra mente y nuestra costumbre para hacer viable nuestra existencia. Podemos entender que más allá de un juego visual o lúdico, lo que reside en ella es un deseo de exploración de un nuevo límite para la representación (base de toda obra artística) y por ende de una nueva mesa de juego en la que poder habitar y conocer nuestro propio mundo.

Salirse de las coordenadas aceptadas y pactadas de antemano y lograr definir un nuevo lugar de trabajo concede a esta obra una multiplicidad de lecturas posibles, abiertas siempre al posicionamiento que adopte el propio espectador que se ve inmerso en una obra desde el primer instante. Pero al mismo tiempo, este campo expandido hace que el artista, sin haberlo pretendido de antemano, logre abrir una nueva dimensión en el proceso de su trabajo ya que por primera vez se desprende de lo concreto y se lanza a “dibujar en tres dimensiones”, punto a punto, sobre una idea totalizadora y como tal siempre abstracta.